Hola, soy Matías. Aunque no siempre supe ponerle palabras, desde hace tiempo vengo caminando —a veces con mochila, a veces con peso invisible— una ruta que no busca solo paisajes nuevos, sino formas distintas de reencontrarme conmigo mismo.

Viajar fue primero una vía de escape. Después, una forma de explorar. Y con el tiempo, se volvió una práctica casi espiritual. No hablo de budas ni de retiros eternos (aunque alguno probé), sino de esa sensación intensa que se despierta cuando estás en una ruta desconocida, con el viento en la cara y la cabeza llena de preguntas. Ahí, en ese instante, entendí que no estaba buscando “sanar”. Estaba buscando reconectar. Respirar distinto. Volver a mí.

¿Suena medio profundo? Bueno… a veces lo es. Otras veces me pierdo con Google Maps, termino en un pueblo que no estaba en los planes y descubro que ese error me trajo justo donde necesitaba estar. Porque Terapia con mochila no va de tener todo claro, sino de animarse a andar incluso cuando el mapa está medio borroso.

Este espacio nació de un deseo muy simple: compartir lo que me mueve, lo que me confronta y lo que me ayuda a vivir con más sentido. A veces eso es una caminata por los Alpes. A veces es una charla incómoda conmigo mismo. Y otras, simplemente, una taza de café mirando por la ventana sin apuro.

Si estás acá, tal vez también estés buscando reencontrarte. Quizás querés salir del piloto automático, probar un cambio de aire (literal o simbólico), o simplemente leer a alguien que se pregunta las mismas cosas que vos. Bienvenido. Este no es un blog de soluciones mágicas ni un catálogo de consejos perfectos. Es una bitácora real, con tropiezos incluidos, donde lo único asegurado es que la mochila se vuelve más liviana cuando la cargamos con sentido.

No soy psicólogo, pero te prometo consejos honestos, rutas con propósito y, si hace falta, un poco de sarcasmo emocional para hacer más liviano el equipaje.

Gracias por caminar conmigo.